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Troll de las Tinieblas
En recuerdo de Troll.
En la vida de todo perro de caza siempre hay un jabalí más temible que otro y en la de los alanos, en particular, siempre hay una mala pesadilla con un colmillo. En la vida de Troll, ese colmillo se cruzó un domingo de agosto cuando intentaba dar caza a un cabrón navajero. Troll se dejó la vida haciendo lo que todo alano sueña hacer: Cazar. Un portento físico que ya despuntaba desde cachorro, por eso cazaba en el equipo de Goiko, Troll, Tango, Nero, Vikingo, Chulapa, Brisa, etc. Él, agradecido, correspondía entregándose a tope y acudiendo siempre en ayuda de sus compañeros y maestros. Troll era un alano feliz, tenía 9 meses cuando realizó su primer agarre a un novillo y aún no había cumplido los cuatro años, cuando el colmillo asesino se cruzo en su camino. En los días que pasé con él, nunca hubo un gruñido fuera de tono ni nunca dejó de salir a recibirme con esa alegría que le caracterizaba. Si algo demostró Troll, en su no muy larga vida, fue una gran afición por la caza y una nobleza y valentía fuera de toda duda. A Goiko lo adoptó como su maestro, no se separaba de él ni un solo momento, lo que le valió más de un gruñido. Con su desaparición no se va un alano cualquiera, se va un excepcional alano, que en sus luchas con lobos y jabalíes, demostró de lo que es capaz un hijo, nieto y padre de numerosos campeones de España de belleza. Cuando en ocasiones coincidió con perros de esos que dicen "de trabajo", siempre les dio sopa con hondas. El también pensaba que, estos, podrían descender de los famosos mangas verdes, aquellos que aparecían cuando ya todo se había solucionado. Cuando el lunes a primera hora de la mañana, recibí la llamada de Nacho, intuí que algo no iba bien. Después de hablar con él, me quedé con una sensación muy rara, una gran alegría porque afortunadamente no se trataba de nada personal y una profunda tristeza porque habíamos perdido a Troll, uno de los mejores alanos que han pasado por mis manos. Una lección que nos queda a Nacho, a mi padre y a mí en esta ocasión, es la de que, donde queda la gran selección por hacer, es entre los cazadores que no valoran la vida de un perro, del que además, disfrutaban sin ninguna contraprestación a cambio. Y al que deberían haber protegido, aún más, que si fuera suyo. Mi padre Paco, Nacho y yo lo echaremos mucho de menos. Era un alano que provocaba admiración y se hacía querer. Paquito . |